Continuando con el aporte de los árabes a la astrología se observa que los árabes serán quienes mantendrán el conocimiento de la astrología durante la época del oscurantismo europeo de la Edad Media. Es así como los estudios astrológicos son seguidos por matemáticos, viajeros, hombres de religión y hasta por el hombre común. Aparecieron observatorios públicos y privados por todas partes. La astrología era considerada como ciencia y los soberanos tenían sus astrólogos personales que guiaban muchas de las decisiones de estado.
Basadas en las observaciones babilónicas, se construyeron las llamadas tablas astronómicas, en las que se encontraban las posiciones y el movimiento de los cuerpos celestes. Estas observaciones, junto con las realizadas por iraníes, hindúes y griegos, llevaron a un nuevo cálculo de los movimientos celestes y a una astrología muy evolucionada.
Los primeros califas de Bagdad concentraron a su alrededor a los más destacados astrólogos de la época. Dentro de ellos encontramos a:
- Al Fazarí, constructor de astrolabios.
- Abumassa, astrólogo y experto en cometas.
- Thabit ibn Qurrá (826 – 901), el mayor de los geómetras árabes, fue un excelente traductor y comentador de los griegos. Estudió el reloj del sol, determinó la altitud del Sol y la duración del año solar.
- Al Biruli, reformador del calendario y diseñador de engranajes de precisión, quién en su enciclopedia astronómica formuló la posibilidad lógica del movimiento de la Tierra alrededor del Sol.
- Al Batani, quizá el más respetado por los estudiosos europeos, estudió las anomalías lunares y los eclipses con extraordinaria precisión. Estableció las primeras nociones trigonométricas y concibió la fórmula fundamental de la trigonometría esférica.
- Al-Zargali (1029 – 1087), conocido por los latinos como Azarquiel, era toledano y allí sirvió y trabajó poco antes de que cayera en manos del rey cristiano Alfonso VI de Castilla y León.
- Alí Ben Ragel (Magreb 965-1037) astrólogo árabe de finales del sigloX y principios del XI, conocido sobre todo por su tratado de las estrellas. En 988 Abenragel se halla en Bagdad y entre 1016 y 1019 se relaciona con la corte de Kairuán donde escribe su obra más importante que fue traducida por Yehuda Ben Moshe al castellano para Alfonso X el Sabio en 1254 con el título de Libro Complido de los juidizios de las estrellas y que posteriormente se conoció como el De iudiciis astrorum (De los juicios de las estrellas) y que contiene todo el cálculo de los atacires como técnica predictiva.
Toledo fue la puerta de entrada más importante de la cultura árabe en Europa y fue el emporio de la erudición judía, quienes se sentían en casa con ambos mundos: islámico y cristianos, y asimismo desempeñaron su papel de mediadores culturales ya que traducirían del árabe al romance y luego al latín. Toledo pasó a la custodia cristiana tras su conquista por Alfonso VI con todos sus focos culturales intactos: eruditos, artistas y bibliotecas.
Todo este gran movimiento de traducciones fue promovido y protegido por el rey Alfonso X el Sabio, que busca hacer de su corte un centro de las ciencias y las artes y presta mucha atención a las ciencias cosmológicas, la historia, la religión y por supuesto la astrología y manda que se traduzca al castellano. En el campo concreto de la astronomía, sus tablas alfonsinas perviven en Europa hasta el siglo XVII.
Las aportaciones astronómicas árabes llegan con claridad hasta fines del s. XV. Fueron cinco siglos en los que el islam creó y transmitió ciencia a los deprimidos estados europeos medievales. Sus astrolabios, cuadrantes, dióptricos, y brújulas, están diseminados por toda Europa. Asimismo, los principales astrónomos y matemáticos que inauguran la nueva época de las ciencias: Copérnico, Tycho Brahe, Kepler, Galileo y Newton bebieron en las fuentes de Alfarganí, Alzarcalí, y Albatani.